En un artículo publicado por el diario El País titulado ¿Cómo responder al atentado de París? la profesora y ensayista Ayaan Hirsi Ali asegura que debemos enviar a los terroristas el mensaje de que su violencia “no puede destruir nuestra alma”. Y cuál es esa alma nuestra que debemos defender para que los terroristas sepan a qué atenerse respecto a nosotros, los occidentales. Pues es nada menos que lo siguiente:
“ Nuestra alma reside en nuestra creencia en la libertad de pensamiento y de expresión. Esas libertades son el alma de nuestra civilización. Y allí es precisamente donde los islamistas nos han atacado. Una vez más.”
Pero nuestra alma, así definida, es poca cosa. No nos engañemos, en nuestra civilización la libertad de pensamiento y de expresión apenas pasa de ser un tópico vacío de contenido, una ficción. Puede que a una minoría sí le importe, pero a las masas le traen al fresco ambas libertades. No parece que nuestras sociedades vayan a dejarse la piel por fomentar algo como la libertad de pensamiento y la de expresión. Nuestras sociedades están anestesiadas para lo que no sea el consumo, el dinero, los juguetes electrónicos, el fútbol, la telebasura, las fiestas. Además, bastante tiene la mayoría de la gente con intentar ganarse la vida para, además, preocuparse por unas libertades que no le dan de comer.
En estas condiciones, el futuro que le aguarda a nuestra civilización, con alma o sin ella, es poco halagüeño.